sábado, 24 de marzo de 2012

-Hola, ¿se puede?

-Pasa. Siéntate. ¿Un café? Con triple de azúcar, como a ti te gusta, ¿no? Está bien, espera un momento. Aquí tienes.¿Estás cómodo? Bien, sabes a que vienes, ¿verdad? Sabes perfectamente que tenemos que hablar, que esto nos está matando a los dos. Calla, déjame terminar, luego hablas tú. 
Llevamos meses juntos, se podría decir que, yo al menos, los he sentido como años. Han sido el mejor tiempo de mi vida. No lo cambiaría por nada del mundo, lo sabes. Pero algo está fallando. Lo has notado igual de bien que yo, lo sé. Y al principio no sabía a qué echarle la culpa. Pensaba que todo esto era culpa mía, que era yo la mala de la película, que lo estaba hundiendo todo por mi manera de ser. Y lo llegué a pasar muy mal, ¿sabes? Llegué a creer que todo esto había sido puro entretenimiento para los dos, que no me habías querido nunca. Tras muchas noches llorando, y otras tantas tardes entre tus brazos, me convencí de que eso no era así. Entonces metí a la distancia entre nosotros. No puedo decir que hiciera lo correcto, pero en esos momentos prefería engañarme, y lo sigo haciendo. Creía que la distancia era la culpable, que no nos veíamos todos los días, que siempre andábamos de un lado a otro, que esos números nos creaban inseguridades. Bueno, ahora ya sé que todo eso no tenía nada que ver. Que los números son cifras escogidas al azar para intentar hundirnos, para intentar anclarse en nuestro corazón como arpones. Poco duró esa opinión en mi cabeza, pronto se abrieron paso las dudas. Yo no estaba segura de que esto fuese a funcionar, nuestros padres no nos apoyaban, a ninguno de los dos, y luego estaba el que no sabíamos qué podía estar haciendo el otro cuando nosotros estábamos en la escuela, o en un McDonald con los amigos. Sé que a ti te paso, que esto te comía por dentro. Pero lo supimos llevar. No digo hacer desaparecer, digo masticar y tragar sin que se nos hiciera un bolo de inseguridades en la garganta. Tranquilo, no me pongas esa cara, acabo ya. Tras todas esas mierdas, he terminado de comprender qué es lo que nos pasa. Mira, se llama orgullo, y el muy hijo de puta se ha construido una muralla entre tú y yo, impidiendo que seamos un nosotros. El orgullo se ha apoderado de tu mente, y de tu corazón, y lo digo ya, no sé si lo ha conseguido aún. Ese orgullo tuyo te está distanciando,. aunque no lo notes. ¿Lo ves? Estás negándolo todo, estás pensando que estoy loca de celos, que creo que no me quieres. He adivinado, lo sé. Mira, estamos en esa edad. Estamos en la edad de presumir con los amigos, de irnos de marcha y buscar polvos de una noche. Lo sé. Estamos en la edad del pavo, del pavo real, donde lo que más importa no es lo que tienes, sino lo que aparentas. Y sabes que a mí personalmente no me tienes que demostrar nada, porque soy la única persona en este jodido planeta que te conoce perfectamente. Conozco cómo hablas, cómo te expresas, cómo sientes, cómo piensas. Sé cuándo estás incómodo y cuándo estás a gusto simplemente por la manera en la que estás sentado. Sé cómo se tensa tu mandíbula cuando me ves hablando con cualquier chico. Amor, yo lo sé todo. Sé incluso más cosas de ti mismo que tú. Y te he dado este discurso para que sepas que te amo, y sé que lo sabes, porque llevo repitiéndotelo cada segundo desde que me lo permitiste. Te lo he susurrado, jadeado, gritado, escrito, leído, incluso dibujado en cada rincón de tu cuerpo. Igual que tú a mí. Yo no quiero acabar nada, y sé que tú tampoco. No llores, joder, que no puedo soportarlo. Para. ¿Ves? Ahora lloro yo contigo. Sólo falta algo. Sé que acabas de quedarte sin fuerzas, sé que acabas de derrumbar esa muralla de orgullo. Sé que acabas de saltar a ciegas desde tu ego, sabiendo que yo voy a estar ahí abajo. Lo has conseguido. Sh, no digas nada, aquí sobran palabras. Ya sabes qué tenemos que hacer. Tenemos que seguir demostrándonos sentimientos, tenemos que seguir amándonos. Una cosa más, así, para que no se te olvide jamás. Te amo.

viernes, 16 de marzo de 2012

Esto es un "adiós catorce".

Hola. Aquí estoy, cantándome un triste "cumpleaños feliz" con una vela pinchada en una jodida magdalena. Soy ya quince los años que he podido vivir, y de ellos, puedo decir orgullosa que no me arrepiento nada más que de una cosa: de ser yo. Mientras veía la mecha de la vela titilar por el aire que provocan mis leves susurros, me ha llovido un diluvio de recuerdos y pensamientos. y entre ellos, estaban mis errores. Y eran demasiados. Podría decir que estoy hablando de amor, pero ojalá sólo fuera eso. He perdido amistades, confianza, grandes amigas, tiempo, lágrimas... Por mi culpa. Y siempre he pedido perdón, pero un corazón no se arregla con una palabra. Y sé que son sólo quince los años que llevo en este jodido planeta, pero también sé que estos quince son los años que más me han enseñado y me van a enseñar nunca. Porque entre otras cosas, he perdido a la persona que más quería y quiero. Y sé que si lee esto se dará por aludida, así que aprovecho para decirle que la necesito, que necesito que me de una oportunidad, que quiero poder abrazarla como antes. Porque durante estos quince años, lo que más he hecho ha sido cambiar, y eso me ha ayudado a darme cuenta de las personas de verdad. Y para mí, ella es una de ellas. Y así, quiero disculparme a todas las personas que alguna vez he faltado el respeto o he insultado, o cualquier cosa, porque son quince, y quince es un número nuevo. Y nueva soy yo. Así que bueno, aunque esta entrada no la entienda nada más que cuatro gatos, sólo puedo decir que feliz cumpleaños, yo. Y gracias a todos los que me aguantan diariamente. Y gracias a ti, al que lee, porque sin saberlo, te has ganado mi confianza, seas quien seas. Y si alguna vez quieres que sepa quién eres, házmelo saber, que hay mil maneras. Bueno, hasta aquí mis catorce años. Me despido con una sonrisa fingida, de esas mías. Porque no puedo decir que haya sido el mejor año de mi vida. Más bien ha sido el peor, con cosas bonitas. Feliz no-cumpleaños a todos, o feliz cumpleaños a algún afortunado. Os quiero muchísimo. Adiós.


viernes, 9 de marzo de 2012

Te caes. Te levantas.

¿Y ahora nos toca sonreír, verdad? Ya, siempre la misma historia. Te caes, te pisan, te duele. Pero tienes que levantarte y mostrarle al puto mundo la mejor de tus sonrisas fingidas. Es ley. Si eres frágil, siempre hay una ranura en tu coraza donde se pueda meter un cuchillo, donde te puedan dar una puñalada. Tienes que sonreír por obligación, poner cara de "aquí no ha pasado nada" y seguir con tu vida. ¿Y si lloras? Si lloras, date por perdida. Saben qué te duele y cuándo, saben volverte a tirar. Y aunque pierdas lo que más quieres en esta vida, lo que más necesitas, a nadie le importa. Porque aquí todos somos unos putos egoístas, todos tenemos algo de malas personas. 
Venga, seamos sinceros, si pudierais, ¿no le hundiríais la vida a quien os la hundió a vosotros? Sé que sí. Así que ahora no me vengáis con los 'confía en mí', o los 'puedes contar conmigo', o con los 'juntos siempre', porque todos escondemos un puto cuchillo tras la espalda.
Y en uno de esos tropiezos, te hundes un poco más, o tragas más tierra de la debida, o te tuerces un tobillo, pero llegas a la conclusión de que prefieres empujar que ser empujado. Y ese es el momento al que todos hemos llegado ya. Yo, quizás haya tardado un poco más, pero es simplemente porque, como el día de mi cumpleaños no repartían suerte, me dieron ración doble de paciencia, ya veis. 
A lo que iba. Que aquí si hay que reír se ríe, si hay que llorar, se llora, y si hay que empujar a alguien, nos peleamos por hacerlo los primeros. ¿Y eso os provoca algún tipo de placer? ¿Sentís alguna especie de orgasmo cuando hundís a alguien? Porque, llamadme rara, pero yo no. Yo me siento como una mierda. Sí, más aún, que se puede. Yo no me corro cada vez que empujo a alguien, porque, ¿sabéis? yo he estado ahí abajo. Yo y todos. Y sabemos lo que duele que te pisoteen, que se te suban encima y te roben la jodida dignidad. Yo sé cómo se llora, y cómo duele. 
"Pero no perdemos nada", me diréis. Y estáis muy equivocados. Cada vez que hundís a una persona, perdéis un poco de respeto, y ganáis una dosis extra de asco y odio hacia vuestra figura. ¿Qué os creéis, que aquí la gente espera ser empujada? ¿Que se os pone en medio para comer tierra? Pues no. Bueno, todos esperamos ser traicionados, pero no queremos, rezamos que el que muerda el polvo sea el de nuestra derecha, o el que está detrás de la pared. 
Seamos sinceros, a nadie le gusta caer, y levantarse, y caer, y levantarse, y así. Porque esto, por desgracia, es un círculo vicioso. Es una puta pescadilla que se muerde la cola. Aquí nadie es ella misma al cien por cien, nadie abre la coraza. Y cuando digo nadie, es nadie. 
Yo ya no me espero nada de las personas. Y así, sinceramente, se vive mejor. Porque se está más cerca del suelo, y no nos vamos creciendo con los empujones que damos. Porque, siempre se ha dicho, "se madura con los daños, no con los años". Y para daños, los que tiene mi coraza. Que está desteñida, se ha encogido y tiene más heridas que ninguna otra.
Admitámoslo, todos queremos ser unos hijos de puta. Todos somos un hijo de puta más.